Epecial Request 2

Sandra Palacios presenta:

Pacto de Sangre; Capitulo I


La elegida


      Desde lo más profundo de mi misma siempre he tenido la sensación de pertenecer a otro lugar. De ser una pieza suelta de este gran rompecabezas al que llamamos vida. Reúno las fuerzas y las condiciones que me hacen especialmente misteriosa con una pequeña suavidad entre los trazos de mi vida, nada es lo que uno pinta desde fuera. Lo sé y conozco la pintura. Cuando uno se detiene y entretiene pintando trazos de otras vidas, de otras historias haciendo de su aburrida vida un pasatiempo para los demás. Aunque siempre intento permanecer entre las sombras, aunque siempre intento mezclarme entre los demás, sé que no soy como ellos. Soy distinta… mi apariencia humana no revela mi naturaleza animal. Soy un monstruo y como tal estoy condenada a vagar por la ciudad en la noche, condenada a acabar las noches cubierta de sangre y condenada a ver como los que me rodean, siempre son caras nuevas transcurridos los años. No puedo morir, no soy humana así que no os detengáis en eso. Soy una especie de huella en el mundo, un huella que una vez un animal dejo ahí y solo yo me encargo de seguir sus pasos… no, en serio. No soy humana. Quienes conocen de historia dicen que soy la última en mi especie. Y que antes de que yo muera habrá otra como yo, para ocupar mi lugar. Tengo una fuerza sobrehumana y el gran factor de esa fuerza se lo debo a la sangre de seres que como yo, vagan entre las penurias de esta ciudad y se ocultan en las sombras con la intención de alimentarse. Aunque pocos humanos que los hayan visto han podido contarlo después, hay muchos ahí abajo. Entre las cloacas de esta gran y apestosa ciudad. Se ocultan bajo los pies de la humanidad para luego alimentarse de ella, son rastreros, son basura… escoria inmunda que salieron de la primera bocanada de aire que hizo una vez el diablo antes de que le expulsaran del cielo. Les dio fuerzas sobrenaturales y les ordenó disfrutar acabando con la vida de lo que Dios llamo vida, es decir a los humanos. Y mientras Dios y el Diablo disfrutan de este gran juego de ajedrez aquí estáis vosotros, tan indefensos tan engañados de lo que es realmente el paraíso… y mientras yo, la gran mentirosa me parto el culo para salvar vuestras fantasiosas vidas, matando a cada uno de ellos para que podáis seguir con vuestras patéticas vidas. Pero no es fácil, demonios, vampiros, licántropos y tantas especies diabólicas me rodean e intentan acabar con su único enemigo, yo.
Me oculto en mi apartamento, un pequeño y acogedor apartamento de un viejo pero no decadente edificio situado al norte de la gran ciudad Barcelona. Me visto como me da la gana y aquí, en esta gran ciudad paso totalmente desapercibida. Miro a mí alrededor y me quedo más tranquila. Gente con cadenas y pinchos adornando sus cuellos, sus brazos… Llevan con total tranquilidad esos tejanos desgastados y rasgados. Cubren sus cabellos despeinados bajo gorras o quilos y quilos de gomina. Y a eso le llaman moda. Como decía, paso desapercibida.
Son las ocho de la mañana y la ciudad ha empezado a despertar. Ya empieza a haber tráfico incluso en las pequeñas calles. Es hora de volver a casa, después de toda una fría noche de cacería. Como siempre, observo a la gente que ahora sale de sus acogedoras casas y siguen su vida sin darse cuenta de todo lo que hice esta noche por ellos. Las chicas de mi edad, chicas normales que ahora trabajan o van a la universidad para asegurarse una vida llena de privilegios. Se acostaron mas tarde de las doce para estudiar o quizás para seguir tonteando con aquel amigo intimo que todas las chicas tienen. Aquel que lleva años enamorado de ellas, aquel que las lleva a las citas con otros puntualmente y las recoge cuando les ha ido mal. El que las consuela cuando su fantástico mundo se desmorona y el que amanece solo, acomodado entre sabanas de un deseo que jamás sucederá… tan solo en las películas románticas… y a veces ni si quiera ahí.
Hablo de esas chicas, que se levantan una hora antes de ir a trabajar para asearse maquillarse y acicalarse el cabello con el peinado mas “cool” que se lleve ahora. Las miro con anhelo y a veces se dan cuenta, pero no se incomodan. Las chicas de ahora son orgullosas y exhibicionistas. No se dan cuenta de la suerte que tienen. Las miro, tan arregladas y curiosas… y entonces me miro a mi misma en el reflejo del cristal lateral del coche que se detiene para piropearlas. Y veo mi cara cubierta de restos demoniacos parecidos al barro. Mi cabello recogido en una coleta totalmente despeinada. Mi chaqueta larga y oscura, cubierta de más restos demoniacos. Incluso mis botas están cubiertas de sangre demoniaca. No me he maquillado desde hace semanas… doy pena. Y es en ese preciso momento en el que me da miedo seguir siendo lo que soy. No quiero acabar sola… pero no me queda otra. Aparentemente tengo veintiún años. Pero en realidad ya tengo cincuenta y tres, hace más de una década que acepte mi destino y desde entonces, ya no he sido la misma.
Antes de ser quien soy, vivía en Martorell. Un pueblo hermoso que poco a poco se fue haciendo más y más grande, ahora es como una ciudad. Un lugar tranquilo y a veces aburrido. O al menos eso creía yo. Entre sus pocos lugares de historia se encuentra el famoso “Puente del diablo” según cuenta la leyenda se construyó en una noche. Una anciana que vivía al otro lado del rio, debía cruzar este para coger agua potable de una fuente. Un día, cansada se le presento el diablo y pactaron lo siguiente. Este construiría un puente que cruzara ambos lados a cambio del alma del primer habitante que lo cruzara. Nunca se debe jugar con la astucia de la madurez, aquella mujer llevó en su cesta a un gato al que espantó para que fuera el primero en cruzarlo. Y así fue… el diablo perdió. Pero a cambió nos dejo aquel enorme puente que tantas veces en la guerra destruyeron. Aun conserva unas arcas románicas increíbles y desprende una fuerte magia mística. Es lugar de ceremonias y rituales, pero ya se sabe… si no se conoce algo, es mejor no jugar con él.
Además de ser una obra maestra de la arquitectura, es un lugar misterioso. Atrae a todo aquel que se le arrime. Y oculta una puerta hacia ambos lados. Una puerta que cada cierto tiempo se abre y de el surgen fuerzas del mal enviadas a nuestro mundo con el propósito de poseerlo. Solo una virgen puede abrirlo y tan solo una virgen puede cerrarlo. Pero esta parte como siempre, es llevada a cabo por alguna virgen estúpida que no cree en leyendas y lleva a cabo estos ritos para sentirse importante frente a sus amigos, adoradores de Satán en una época de su vida y tan católicos en otra… así es la juventud.
Pues bien, ahí estaba yo. Un día como otro paseando los perros de mi madre, un pequinés y un fox terrier, ambos de color canela. Solía salir con ellos y quedarme hasta tarde en la calle. Era mi vía de escape, de una vida que entonces me parecía difícil y cruel. Solía pasear cerca del puente y por el paseo de tierra que había junto al rio. Salía a las ocho y quizá las nueve de la noche y no regresaba hasta pasada una hora o dos aproximadamente. Bien, como decía… Salí con los perros y cuando me aproximaba al puente vi una luz que divagaba por su estructura. Deje sueltos a los perros, y subí las escaleras que llevaban a dicho puente. La luz parecía detenerse e intensificarse cada vez más… entonces me sentí poderosa y fuerte. Cada paso que daba me aproximaba más y más a mi destino. Y yo tan ignorante, me aproximaba sin temor. Aquella luz se quedo a unos centímetros de mi, era amarilla o quizá naranja… pero era tan hermosa… alargue mi brazo para alcanzarla y entonces con un fuerte impacto me atravesó. Caí escaleras abajo y quede inconsciente unos minutos. Cuando desperté me sentía diferente. Mi aspecto ya no era el mismo, me sentía más fuerte que nunca. Me alce y vi que en mi mano aun sostenía las correas de los perros. Los llame y los busque pero no daba con ellos. Corrí hasta el paseo que conduce al rio ya que como era parte de nuestro paseo habitual, pensé que sería posible encontrarles allí. "¡Simba! ¡Boomer!" ; Les grité, pero ni rastro de ellos. Era como si se los hubiera tragado la tierra. Volví a casa después de estar horas llorando por ellos y les encontré allí. Pero también había alguien más a quien no conocía. Una mujer… no la había visto en mi vida. Y mi madre le había servido una taza de café. Parecía haberse detenido el tiempo… eran tan solo las ocho y media de la noche. No podía ser, hacia al menos una hora y media, que había salido con ellos. Les había buscado más de una hora… y ahora estaban allí, y aquella misteriosa mujer también.
La mujer, una mujer de cabello blanquecino y recogido con unas horquillas. Tendría unos sesenta o setenta años. Bien vestida y educada se presento ante mi madre como la que había rescatado a los perros de las ruedas de un coche. Dijo que me perdió de vista mientras ella también paseaba y los llevo hasta casa con la ayuda de una vecina. Pero algo no encajaba ahí. ¿Quién era realmente esa mujer? Cuando faltaba apenas unos minutos para las nueve me pidió que la acompañara a la puerta. Tenía prisa, dijo. Le abrí la puerta y la ayude a bajar los dos peldaños de la entrada. Y cuando ya iba a cerrar la puerta me tomo fuertemente de la muñeca. Me volví rápidamente, tan rápido que yo misma me sorprendí.
Ø Si, te queda mucho por aprender. Ahora que ya has tomado la decisión de ser la siguiente…
Ø ¿Cómo dice? – pregunte.
Ø Si, la luz. Hablo de la luz que tan ansiosa seguiste. Solo se muestra una vez al año, desgraciadamente para mí ya llevaba doscientos treinta y tres años esperando a que alguien como tu fuera a por ella.
Ø ¿Qué? La luz… claro, habla usted de la luz que vi en el puente esta noche. – dije.
Ø Por supuesto. Gracias a ti, ahora podre terminar mi vida como una persona normal y corriente… como una humana. – añadió.
Por supuesto, entonces no entendí nada. Claro, que con el paso del tiempo todo ha sido mucho más claro… Aquella mujer, Susana. Me dejó esperando unos minutos en la puerta de casa y entonces apareció en un coche.
Ø Ayúdame con el maletero, ¿quieres?
Asentí con la cabeza y la ayude a abrir el maletero. Dentro había un baúl de piel marrón muy antiguo. Una bolsa vieja a juego con el baúl y una caja de embalar marrón.
Ø Todo esto será para ti. ¡vamos cógelo y mételo en casa! – insistió.
Yo seguía sin entender para que queríamos eso. Pero en fin, le hice caso y descargue el maletero en la puerta de casa. Me sorprendió a mi misma ver que no estaba cansada a pesar de que parecían muy pesadas todas esas cosas.
Ø Increíble… ¿no? Yo pensé lo mismo, el día en que mi antecesora me entregó todo esto. Sé que ahora no entiendes nada. Pero pronto… entenderás de lo que te estoy hablando. Te adjunto mi teléfono, por si puedo ayudarte con algo. Yo no tuve esa suerte… así que espero que me llames cuando lo necesites de verdad. Bueno… - dicho esto me abrazo.
Subió a su coche y se marcho. Yo seguía sin entender nada. Entré las cosas a casa y llame a mama para que las viera. Ella, como yo no entendía nada de eso. Así que lleve las cosas a mi habitación que estaba dos plantas más arriba. Cada vez mas sorprendida de que pudiera subirlas yo solo y de haber visto a mi madre coger la bolsa y dejarla en el suelo de nuevo, asegurando que no entendía como yo sola podía haberla sacado del coche. Había algo extraño en todo eso. Yo jamás había tenido fuerza para nada. Incluso los botes de mahonesa los abría mi hermana diez años menor que yo y yo ni si quiera podía… Una vez en mi habitación, me detuve frente a la ventana que daba al paseo del rio. Y pensé… aquella luz, fuera lo que fuera me había cambiado la vida en un abrir y cerrar de ojos. Aquella misteriosa mujer, Susana… estaba ansiosa a la vez que preocupada cuando me dijo que ahora seguiría yo. ¿Qué es lo que se me ha destinado? ¿Qué es lo que había pasado en esa noche tan extraña? Empecé a abrir el baúl, la bolsa de viaje y la caja de embalar. En el baúl encontré recortes de prensa, álbumes de fotos y algunos libros escritos en alguna extraña lengua que desconocía. Además de que estaba lleno de unas ropas extrañas. La bolsa de viaje contenía una agenda y algunos frascos con sustancias que yo desconocía. Y la caja de embalar, contenía libros y libros. Entre ellos, encontré uno especialmente extraño. La portada parecía forrada de piel… pero, ¿Qué clase de piel era esa? Tenía un olor especial… algo que jamás había olido. La letra, en su interior parecía escrita con una pluma. Era aquel tipo de letra encadenada que se utiliza para decorar por ejemplo, las invitaciones para una boda. Empecé a leer y a dejarme llevar por aquella historia mágica… que ahora es tan real.
Hablaba de las leyes que una asesina debe respetar…
Ø Jamás los lazos sentimentales se interpondrán entre la asesina y su presa.
Ø Un no-vivo es una amenaza en todas las circunstancias.
Ø La sangre de los no-vivos es adictiva pero curativa. No abuses.
Ø Una asesina, siempre mantendrá su objetivo. Pase lo que pase.
Ø Jamás revelaras el secreto de quien eres en realidad.
Y así una larga lista… también hablaba de la lucha cuerpo a cuerpo y de las armas que podíamos utilizar para defendernos. Hablaba de las clases de demonios que había y también de la maldición que perseguía a la asesina. Y es que en las noches de luna llena se convertían en Garrapatos del mal. Y es que un Garrapato, era un asesino. Rompía todas las leyes de la asesina. Pero al parecer un hechicero maldijo a una antecesora cuando esta mató a su hijo un demonio Bjark. Los Bjark, son demonios aparentemente humanos, pero esconden en sus bocas una máquina de matar. Pues todos sus dientes son colmillos de grandes dimensiones muy afilados que utilizan para devorar a sus presas. Aquel hechicero, tenía a su hijo atado con cadenas en la puerta de su choza, así como ahora una persona normal y corriente tendría a su perro. Aquella asesina acabó con aquel adolescente que había matado a medio pueblo y en consecuencia el hechicero la condeno a vivir durante tres noches a tener unos dientes afilados como aquel niño y a tener unas garras afiladas. A desfigurar su rostro y a asesinar brutalmente. La sed de sangre y la debilidad por los recién nacidos solo eran una pequeña parte de lo que significaba ser un garrapato. Por suerte, mi antecesora Susana había encontrado una especie de poción mágica que detenía los síntomas. Así que si por las moscas aquello que había aparecido en mi vida tan de repente, fuera verdad busque en la bolsa de viaje el frasco y lo encontré. Susana me había dejado tres frascos preparados, y es que tan solo quedaban dos noches antes de que llegara la luna llena. Me habría vuelto loca buscando Kjak. Un dedo de los Bjark… y amapolas en pleno invierno… ¿Dónde podría encontrarlas?
La mañana siguiente llame a Susana y le explique que había leído el libro de las cubiertas de piel. Dijo que las cubiertas estaban hechas de piel de demonio. Y que las amapolas las encontraría en unas tiendas escondidas en la gran ciudad de Barcelona. Cuando fuera a visitarlas, tan solo debía dar su nombre y tomarían nota del mío. Me explicaba que le sabia mal que yo hubiera sido la elegida. Me hablo también de la vida que había llevado desde que se convirtió en la asesina. Me ofreció su email para poder enviarme un mapa con las zonas más frecuentadas por cada especie. Y me dio consejo. Yo, a pesar de lo que estéis pensando. Parecía tranquila, pero aun seguía pensando que era todo mentira, que estaba sumergida en un extraño sueño… y nada podía despertarme… salvo mi primera pelea.
Me lance a la aventura y me plante en una de las tiendas que Susana me había explicado, se dedicaban a conseguir ingredientes de otros mundos. A Susana se las daban gratis, ya que en la antigüedad les salvo la vida a varios parientes del propietario. Pero claro… a mi quizás si me las cobraría. A sí que con un poco de dinero y muchas ganas de aventura me plante en la gran ciudad y en poco rato en una calle pequeña y deshabitada… tan solo había una tienda abierta. La tienda  “rituales mágicos” mi destino. Me quede un rato fuera, mirando el escaparate, vendían velas, piedras y demás. Era lo más parecido a una tienda esotérica normal. Finalmente entré, y un suave tintineo se escuchó sobre mí. No pude divagar mucho por aquella pequeña pero acogedora tienda, pero pude fijar la vista durante unos instantes a ambos lados de la tienda. A un lado, había estanterías altas hasta el techo. Llenas de libros de rituales y magia. Cartas del tarot, runas, velas, incienso, bolas de cristal, etc… Al otro lado, había figuras de santos, collares, pulseras, péndulos y muchas piedras para diferentes tratamientos. Al final de la tienda había un pequeño mostrador de cristal, que tenía más piedras y más cartas… tras él, una pared llena de cajones de madera a juego con las estanterías. Y entonces, de detrás de una cortina salió una mujer.
-        ¿querías algo? – dijo, mientras parecía que me analizaba con la mirada.
-        Vengo a de parte de Susana. – dije, nerviosa.
-        Así que tú eres la elegida, ¿no?- dijo, con media sonrisa.
-        Sí, eso parece. – dije.
-        Muy bien.- añadió.
Entonces saco un cuaderno de debajo del mostrador y empezó a buscar.
-        ¿piensas viajar…?
-        Me llamo Alana Sánchez.
-        Bien Alana… ¿viajaras? Lo digo, porque si lo prefieres podría prepararte más cantidad quizá, para unos meses… Susana lo quería así, algunas veces.
-        ¿Cuánto cuesta… para un mes?
La mujer hizo una mueca…
-        No cuesta nada… aunque a nosotros nos cueste dinero, claro. Pero desde que Susana llego a Barcelona las cosas nos han ido mejor. Muchos de nuestros proveedores nos envían la mercancía a mitad de precio con la condición de que Susana no se hiciera cargo de sus suministros…
-        ¿le temían a Susana? Pero… ¿sino era más que una anciana…?- dije.
La mujer no pudo contener más la risa y empezó a reír como nunca.
-        No entiendes nada, ¿verdad? La última vez que vi a Susana fue hace unos días y quizá era algo más joven que tu.
-        Pero… ¿estás segura…? Yo la vi anoche y… - dije, asombrada.
-        Si, lo estoy. Está claro que aun no has terminado de leer la documentación que con tanto cuidado Susana preparo para ti… bueno, aquí tienes tres dosis más. Pero no te olvides de que cada mes saldrá la luna llena y… a pesar de lo que pienses ahora, soy de las pocas personas que ha estado en presencia de una cosa de esas y te aseguro que es mejor que recuerdes tomarte la dosis y atarte a la cama si no quieres amanecer cubierta de sangre.
Me dio los tres frascos en una bolsa, ocultos en una caja de cartón. Me marche de allí más confusa de lo que ya estaba. Aquella mujer no me había ayudado en nada… conocía a Susana, pero aseguraba que la Susana que ella conocía era joven… volvía a casa después de pasar una hora de viaje en los trenes de Renfe. De camino a casa, volví a pasar por el paseo del rio. Había comenzado a oscurecer y aquella zona, se mantenía como una fauna salvaje. Una zona vegetativa llena de animales acuáticos típicos de un rio que se movía más bien poco. Roedores entre los arbustos… pero había algo más. Sentía algo tras de mi… de repente, todo se quedo en silencio y una especie de neblina comenzó a cubrirme los pies. No podía ver donde iba ni de donde venia. Entonces, sentí un dolor en el pecho. Un dolor punzante similar a la presión que sentí cuando aquella misteriosa luz me travesó. Y entonces un hedor empezó a revolotear entre aquella neblina, no estaba sola. Una especie de rugido surgió escandaloso en la niebla. Y entonces una sensación de pánico y angustia se apodero de mí. Mi corazón latía mas y mas fuerte…
-        ¿Quién eres? – pregunte asustada.
Pero no halle respuesta, empecé a correr sin ningún sentido de la orientación. Corría sin saber hacia dónde y aquello no se terminaba nunca…
-        ¡socorro! – grite.
Pero nadie vendría en mi ayuda. Entonces me arme de valor, y grite…
-        Seas lo que seas… si has venido a por mí, te ordeno que te muestres. ¡muéstrate!
Y entonces, mientras miraba a mí alrededor buscando una sombra empezó a tomar forma frente a mí. Cuando ya sentía que no podía respirar un claro de luz me dejo ver el rostro de aquella sombra misteriosa. Era un joven de mi edad más o menos…
-        Me has asustado. – dije. Poniendo mi mano en el corazón.
Aquel chico hizo una mueca y sonrió. Vestía con una americana negra y una camisa roja. Pantalones oscuros… parecía un comercial, o algo así…
-        Creía que estaba sola, aquí. – dije, tranquilizándome.
Pero aquel chico no mencionaba palabra alguna… que extraño. Igualmente insistí…
-        ¿puedes ver entre esta niebla?
-        ¿tú no? Creía que las asesinas estaban capacitadas para atacar en cualquier tipo de ambiente.
Me detuve unos instantes y respire hondo.
-        ¿asesina? – dije.
Dios mío, ¿cómo sabía que era una asesina...?
-        Tal vez, se deba a tu corta o nula experiencia con los seres de mi especie. Tu antecesora me habría olido a quilómetros. Y quizá, ahora mismo ya estaría muerto.
-        ¡Dios mío! Eres… ¿un demonio? – dije, mientras intentaba encontrar aire que respirar.
Aquel muchacho soltó una carcajada fría y malévola.
-        No, querida… soy un vampiro. Pero no te alarmes, en estos momentos creo que soy el menor de tus problemas. No estamos solos. – añadió.
-        ¿Qué?
-        Imagino que te habrás leído el manual y habrás salido de casa armada… por si acaso.
Le mire fijamente muy asustada e hice un no con la cabeza.
-        ¡mierda! Escúchame… cuando te diga ya, corre con todas tus fuerzas…
-        ¿hacia dónde? No puedo ver nada… - dije muy asustada.
-        ¡Ahora! Hacia… ¡allí! – gritó y me empujo hacia una dirección.
Empecé a correr como nunca y conseguí salir de aquella niebla. Cuando ya había llegado al principio del paseo  cerca del puente, me volví y aquel chico me cogió por el brazo y continuamos corriendo hasta el pie del puente.
-        Tienes mucho que aprender ¿sabes? – dijo. Mientras miraba hacia el paseo.
-        ¿Quién eres? ¿Por qué me ayudas? Eres un vampiro. –dije.
-        ¡vaya! Que desagradecida… - dijo, sarcásticamente.
-        Me llamo Fabio. He venido a ayudarte. – dijo.
-        ¿Por qué debería de creerte? – dije.
-        ¿Por qué te he salvado la vida? – dijo, sarcástico otra vez.
-        No necesito tu ayuda, ¿sabes? Puedo yo solita… - dije.
Cuando aun no había terminado la frase algo se me echo encima y me arrojo al suelo. Me levante de un salto y pude ver una mancha oscura que corría hacia Fabio. Entonces, como si algo tirara de mi me lance sobre la mancha y caímos al suelo, a los pies de una farola. Entonces, con aquella luz pude ver que era aquello de lo que estábamos huyendo. Parecía un hombrecillo bajito y de piel marrón. Parecía un duende…
-        ¿Qué demonios eres? – dije.
-        ¡mátalo, es un demonio Staff! – gritó Fabio.
-        ¿Qué demonios es eso? – dije.
Y entonces aquel enano empezó a golpearme y a arañarme la cara con una furia y una fuerza sorprendentes.  Para defenderme empecé a golpearle y me di cuenta de que podía con él. Le golpee una y otra vez y cuando ya parecía inmóvil Fabio se aproximo y le rompió el cuello. Parecía haberme quedado en trance o algo así, no me controlaba.
-        Un consejo, nunca pierdas el control o te volverás sanguinaria. – dijo Fabio.
Me cogió de la mano y me ayudo a ponerme en pie.
-        Vaya, te a magullado bastante… ¿no crees?
Mire mi reflejo en el cristal de un coche aparcado y vi mi cara cubierta de arañazos. Aquel extraño ser había rasgado mi camiseta y había travesado mi piel con sus garras.
-        No te preocupes. – dijo Fabio, y se hizo un corte en la muñeca.
-        ¿Qué haces? – dije apartándome.
-        Deja que te ayude. – insistió.
-        No… yo no…
-        Es peligroso, si consumes sin cuidado. Yo no permitiré que eso te ocurra… adelante.
Jamás habría dicho que yo, una chica que se desmayaba cuando veía sangre ajena a sí misma y que se mareaba cuando la sangre provenía de mí, iba a estar ahí. Bebiendo la sangre de alguien a quien apenas conocía de unos minutos y además, sabiendo que era un vampiro. Dios mío, ¿pero qué digo? Acababa de matar a un bicho rarísimo…
Fabio me detuvo, cuando creyó adecuado y cuando mire mi reflejo nuevamente los arañazos y las heridas habían desaparecido. Solo quedaba aquella camiseta totalmente destrozada...
-        ¡Dios mío! ¿es posible? – dije, sorprendida.
-        Eso parece… - dijo Fabio, y solo una pequeña carcajada. Parecía alagado.
-        Gracias… supongo. – dije.
-        ¿solo supones? Vaya… es un comienzo. – dijo.
-        ¿Qué quieres? No entiendo nada de lo que está pasando. Según lo poco que pude leer anoche, debería matarte ahora mismo… pero no sé porque, no voy a hacerlo.
-        Quizá porque no podrías conmigo ahora mismo. – añadió.
-        ¿Qué quieres decir? – dije.
-        Vine a Barcelona desde mi ciudad natal Italia, para acabar con la asesina. No imagine cuando llegue aquí, que la asesina había sido reemplazada. Así que… como sé que no estás a mi nivel. Te ayudare para que sepas desenvolverte en este mundo nuevo que es para ti el terreno de la oscuridad… pero después…
-        ¿quieres decir que…? – dije, sorprendida.
-        Tú y yo… no somos amigos. Somos rivales desde hace siglos anteriores a nosotros… cuando yo desconocía que sería un vampiro y cuando tú desconocías que serias la elegida. No te debo nada y tú tampoco me lo debes a mí. Pero quiero una lucha digna de una rival mitológica para mí… y esa eres tú. Así que, te ayudare a prepárate y cuando estés lista...
-        Me mataras… - dije.
-        ¿Quién sabe?, quizás seas tú quien acabe conmigo.
-        Te acompañare a casa… - dijo.
De camino a casa, un silencio aterrador se levanto entre los dos. No sabía de qué hablar con él, después de que me advirtiera que tal vez en breve lucharíamos hasta que uno de los dos cayera muerto. Estaba claro que el no intentaba simpatizar conmigo y yo no era tan estúpida como para intentarlo. Después de todo el era una asesino nato y en cualquier momento poda atacarme. Yo apenas me daría cuenta y seria una sombra sangrienta en aquel frio asfalto que daba hasta la casa de mis padres.
-        ¿Has comprado más frascos? – dijo.
-        Si… es para… - dije…
-        Para no convertirte en garrapato.- añadió.
-        Sí, eso es.
-        Mañana será un día difícil, te sentirás agresiva  y anti-sociable. No te preocupes eso te ayudara para recordarte que la mañana siguiente debes tomar la primera dosis.
Yo asentí con la cabeza y no mencione palabra. Ya estaba junto a la puerta de la casa cuando…
-        No sé cómo te llamas… - dijo tímido.
-        Am… perdona. Soy Alana. – dije mientras giraba la llave en la cerradura.
-        Buenas noches, Alana. – añadió.
Y cuando me volví hacia él para agradecerle su compañía ya no estaba, era como si la tierra se lo hubiera tragado.  Suspire profundamente y me metí en casa. Aun tenía mucho por hacer y mucho que leer. No cabía duda, mi vida había dado un giro de 180 ºC.
Subí a mi habitación y me refugie bajo una vieja manta polar de terciopelo azul que tenia bordada un osito. Y allí, bajo la espera de la próxima luna llena empecé a devorar libro tras libro.