Los vampiros, siempre han sido ellos.
Son un ejemplar de motivación para much@s escritores/as y una obsesión para muchos.
Desde hace mucho, Sandra se volcó en este género.
Según sus propias palabras…
“Las historias de vampiros son un enigma para mí. Me fascina su gran fuerza y también su fragilidad. Siempre se ha hablado de ellos como seres conmovidos por la sangre. Se les ha relacionado con actos atroces y escenas subidas de tono. No nos los mostraban como seres que aun conservan esa pizca de humanidad, que les da el poder de sentir el amor y sentir el deseo de compartir su eternidad con otros. Creo que hay fantásticas novelas en este mundo que hablan de los vampiros, como seres que desean convivir con los humanos. Vampiros que no han perdido totalmente su humanidad, y es en gran parte lo que he querido transmitir en mi libro o quizá en todos los relatos que he realizado hasta ahora.” – Sandra Palacios.
Os adjuntamos, una escrito que se envió al último concurso “Antonio Villalba cartas de amor” lamentablemente Sandra no ganó y en consecuencia nos ha facilitado el escrito para que pudiéramos verlo y valorarlo por nosotros mismos.
Amada mía,
Anhelo tus brazos en esta oscura y fría noche. Me entrego una vez más a mi lecho en el que las sabanas de seda roja, rozan mi pálida piel sin ánimo de consuelo. Busco entre los pliegues de mi alcoba, rastros de tus besos y caricias, pero finalmente me vence el dolor al recordar que no estás aquí. ¿Por qué me has abandonado? Amor, yo que jamás deje de amarte y que habría dado mi vida por tenerte tan solo una vez más…
Las puertas del balcón que hay en mi dormitorio, esta noche están bien abiertas. La luna llena brilla con todo su esplendor y no hallo nubes en el horizonte. La brisa del mar golpea suavemente los arbustos y las flores del jardín, y puedo sentir el aroma de las rosas golpeando suave y delicadamente mi rostro… cierro los ojos profundamente dejándome embriagar por tal hermoso momento. Imagino tus brazos rodeándome desde la espalda y hasta puedo sentir tu rostro acomodándose tras de mí. Siento tu cabello, largo y ondulado moviéndose meticuloso a través del leve viento que se despierta a causa de tu presencia, en esta mágica noche. Tus dedos juguetean suavemente por mi piel y otra vez puedo sentirme amado… Aunque puedo sentirte como si estuvieras aquí, conmigo. No quiero abrir los ojos, no quiero perderte de nuevo… Me vuelves hacia ti, lentamente y siento como ahora me abrazas fuertemente y colocas tu cabeza suave y delicadamente sobre mi pecho. Puedo sentir como late tu joven corazón. Y eso, hace que me sienta vivo de nuevo.
¡Oh, mi dulce y amada Giselle! ¿Cómo puedes haberme abandonado? Te odio y amo a la vez que te añoro y deseo no verte. Pero no quiero mentirte… no puedo seguir viviendo si no estás conmigo.
Ahora que te siento tan cerca, quiero volver a sentir tus cálidos labios junto a los míos. Me dispongo a darte mi último beso… pero pronto amanecerá y ya empiezo a sentir como esta magia se desvanece lentamente. Siento tus delicadas manos acariciando mi rostro suavemente y entonces, una ráfaga de aire frio te arranca de mis brazos, abro rápidamente los ojos y puedo ver cómo te desvaneces entre la niebla que se ha levantado fría y traicionera para llevarte de mi lado y sepáranos otra vez, como cada noche. Me lamento entre suspiros, por cada uno de los momentos en los que pude hacerte daño. Me arrepiento de ser tan cobarde y despreciable como para no haberme enfrentado a nadie por ti.
Ahora sé que serás más feliz en brazos de un hombre de verdad. Sé que tendrás esa vida normal que tanto ansiabas y que yo jamás habría podido darte. Dios… soy tan cobarde…
Puedo sentir el calor de mis lágrimas golpear contra mis pálidas mejillas, ¿no te has dado cuenta, amor? Aun queda algo de vida en este viejo cuerpo….
El dolor me está matando… aun puedo recordar la última vez que te vi. Tu mirada dulce se desvanecía entre mis absurdas palabras. Y tu sonrisa se convertía rápidamente en llanto… “no podemos seguir viéndonos” te dije. Y me culpo y arrepiento de esas palabras desde entonces. Te acomodaste sobre aquella vieja butaca que te habían regalado en tu último viaje a Londres. Y empezaste a llorar… “puedes quedarte la casa” dije, como si a ti te importara algo aquella estúpida casa llena de sueños e ilusiones que una a una acababa de romper. “Hay otra, ¿verdad?” Mi amor, jamás hubo ni habrá ninguna. Este amor que siento por ti, nadie jamás podrá despertarlo en mi, si es que alguna vez logro curar estas heridas. “Si, Giselle. Hay otras…” dije, malditos mis pecados… ¿Por qué te mentí con tan grande mentira? Jamás hubo nadie, Giselle. Tan solo quería ocultarte la cara de este monstruo… Ocultarte al demonio que vive ahora en mí… Rompimos esa misma noche, nuestro compromiso. Hiciste tus maletas y te alejaste de mi vida para siempre… Pero no pude dejarte ir… Seguí tus pasos y logre encontrarte después de un largo tiempo de espera. Tus brazos ahora acariciaban a otro hombre, un hombre de Dios que había echo lo que yo no tuve valor de hacer jamás.
Aunque había logrado encontrarte, no podía contener mis deseos de tenerte una vez más conmigo. Y tan descarado me presente una tarde de invierno en tu casa. Recuerdo tu expresión de sorpresa al verme y como rápidamente sin darte cuenta, ofrecías paso a la lujuria y la maldad en persona, a aquella honrada casa. Recuerdo como me introduje lentamente en tu lecho conyugal, como te enfrente a ti y a tus promesas por tan solo un capricho…
A partir de entonces empezamos a llevar una vida juntos a escondidas de tu esposo, a escondidas del mundo… Noche tras noche, te deslizabas suavemente de la cama en la que abandonabas a tu esposo para reunirte conmigo aquí. Noche tras noche, inundábamos las paredes de esta mansión vacía, de calor y de puro amor en movimiento… pero sabíamos que tarde o temprano lo nuestro saldría a la luz.
Mi maldita condena llego, la noche en la que tu esposo entro en la mansión y nos vio juntos en mi alcoba. Tenía dos opciones, amor. Matarlo, para que su arma no te ocasionara ningún daño o arrebatarle su arma y entregarte como ya había hecho antaño. No me dio tiempo a hacer nada, cuando cogiste mi abre cartas de la mesa y te quitaste la vida, gritando… “ningún hombre jamás volverá a poseer mi alma”
Frías son las noches que vivo en soledad. Acaricio suavemente mi almohada anhelando tus besos, recordando el aroma de tu cabello…
Busco en mi, cada uno de los recuerdos en los que estuvimos juntos. Me enredo entre los trazos de esta vida a la que me enfrento, pero mis colores se han tornado grises desde que ya no estás. No imagino una vida sin ti, y tengo que aprender a enfrentarme a vivir una eternidad.
Cada día que pasa siento que lentamente pierdo mi alma y me pierdo a mí mismo. Tu mi dulce amor, eras esa pizca de humanidad que me ayudaba o me ligaba a quedarme atado a este mundo y no perder la cordura.
Ahora, noche tras noche te aguardo a los pies de este balcón. Donde cada noche es la mejor noche, donde la magia regresa y nos brinda ese momento… tan mágico, tan único…
No quiero perderte… no quiero llorarte y tampoco quiero odiarte… pero no logro comprender, ¿Por qué te alejaste de mi? ¿Por qué te has ido de mi lado? Si yo contigo… era tan feliz… a veces quisiera arrancar de mi interior este corazón que hace tanto tiempo dejó de latir. A veces siento que se mueve, que en realidad solo duerme y que solo tú consigues que vuelva a despertar… cada latido imaginado es magia que me revela como llegar a ti… mi único amor. Mi eterna amada… y entregare esta carta de amor al viento, para que con cada movimiento creé un sonido que tan solo tú, puedas oír. Y sé que llegaras a leerla, que llegaras a sentirla y esa magia que te entrego llegara a ti… y alguna noche el cielo se abrirá y caerás entre mis brazos como quien deja ir una pluma… entonces, se detendrá el tiempo y ya nada, nada volverá a ser como era antes… Y escapare de esta prisión a la que llaman vida. Y seré libre por fin…
Quisiera hechizar a la luna, para que esta noche pudieras quedarte más tiempo conmigo. Quisiera… ojala, supiera como retenerte… las noches, son tan frías sin ti… te amo.
Sandra Palacios